domingo, 13 de septiembre de 2009

Mi flamenco mío

Hoy he vuelto a escuchar compases de flamenco del que me dió la vida. He vuelto a recordar de dónde vengo, de quienes vengo.
Amantes aventureros de otras épocas, mis padres reflejan, aun hoy en día, hasta los últimos toques de guitarras y palmas que acompañaban la voz desgarrada de cualquier cantaor u cantaora del arte más nuestro, el flamenco.
Ni house ni salsa ni chunga chunga (que también me gustan eh), pero el flamenco es la raíz. Es la voz, la que va y viene, la que me cuenta y la que me canta de cualquier sentimiento que pueda aparecer en el ser humano.
" Que por tus besos me perdí...
Y no escuchaba ni a mi mare...
Que por tus besos me perdí...
Y mira la pobrecita... que empleó tiempo...
Pa que yo me diera cuenta... que eras un incierto...
Que eras un incierto niña... que eras un incierto...
Y mira mi pobre mare... Cuantos lamentos..."

Este fandango terminado por alegrías de Cádiz, simplemente, no existe.
Pero al cantarlo me devuelve los sabores de mi casa, de mi gente.
Cuanto echo de menos estar con ellos, hablar con ellos, sentirles. Cada día es un pozo a rellenar.

Hoy volví a encontrarme con mi amiga y antigua compañera de trabajo, Camino. Hace tan sólo unos 4 o 5 días que nos vimos, y sin embargo, el leve reencuentro ha sido mágico. Nunca nadie que no fuese un familiar me había echado tanto de menos en tan poco tiempo.
Camino es diferente. Es un nuevo mundo, es verla y cambiar tantas cosas, ordenar tantas otras.

Y de nuevo me he encontrado con Azu, otro mundo que merece una mención especial. Sonriente, anónima y sin embargo tan amplia en todo ella, habla de lo bien que se siente al encontrarnos con sólo una sonrisa, su sonrisa.
Azu es grande, muy grande!

Finalmente he vuelto a pensar en mí, muy poco tiempo para no crearme una idea equivocada de mi mismo.
Sigo sin encontrar a alguna gente en mi camino. Gente que se alejan, gente que están que no están. Y pienso que me equivoco en buscarlas.
Si no están, no están. ¿Qué carajo hago buscándolas?
Los que sí están son extraordinarios. Ríen, hablan, sonríen, callan. Y llenan, por segundos, por momentos. Y vuelven a llenar.

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